La
oración es la manera en la cual nos comunicamos con Dios. Dios ha establecido
las formas en las cuales nos podemos acercar a Él. Tristemente, cuando se trata
de la oración, parece que hoy en día en el mundo evangélico reina el lema del libro
de los jueces: “cada quien hacía lo que bien le parecía”.
Pero
como cristianos, debemos saber que Dios no nos ha dejado a oscuras en cuanto a
cómo comunicarnos con Él. Él nos habla a través de la Biblia, y nosotros le respondemos
principalmente a través de la oración.
A lo
largo de la Biblia, encontramos cinco elementos indispensables que debemos
incluir en nuestras oraciones. Te puedo asegurar que si implementas estos
elementos bíblicos, tu oración será más profunda, y lo más importante: más
bíblica.
1. Adoración.
La
oración típica del cristiano es una breve acción de gracias, y de ahí directo a
las peticiones. Sin embargo, la adoración es un elemento indispensable. Vemos
que nuestro señor Jesucristo ejemplifica esto al comenzar con “santificado sea
tu nombre”.[i]
Adorar
es alabar a Dios por quién es. Es darle el honor que merece por el simple hecho
de que es Dios. Quizás te ayude algo que me ayudó a mi: hice una lista de los
atributos de Dios, y los escribí en una libreta. En diferentes días, tomo uno
de los atributos de Dios, y le alabo por ello. De esa manera, comienzo mi
oración con adoración.
2. Acción de gracias.[ii]
Somos
personas mal agradecidas. Nuestra cultura está acostumbrada a pedir y pedir, pero
no a dar gracias. Nos gusta exigir, pero no agradecer.
¿Somos
agradecidos ante Dios? Sólo tenemos que pensar un poco, y nos daremos cuenta
que nos ha dado de manera sobre abundante. El hecho de que seguimos vivos es
por su pura misericordia. Podemos respirar, hablar, amar, pensar, cantar,
comer, y la lista sigue.
Hay
un himno que en inglés dice: “cuenta tus bendiciones, nómbralas una por una”.
¡Qué buena idea! Te recomiendo escribir esas bendiciones, y darle gracias a
Dios específicamente por ellas. Si queremos que Dios nos conteste nuestras
peticiones específicas, ¡seamos específicos también nosotros!
3. Confesión.
“Contra ti, contra ti solo he pecado,
y he hecho lo malo delante de tus ojos”, escribió el salmista (Sal. 51:4).
Cuando venimos ante el trono de la gracia, venimos cubiertos en la sangre de
Jesucristo. Es por esta sangre—por la muerte redentora de Jesús—que podemos
venir ante el Padre.
Cuando
confesamos nuestros pecados, reconocemos que, como decía Lutero, somos “santos
y pecadores”. Al confesar mi pecado, reconozco que soy quien soy por la gracia
de Dios, y que busco tener una relación estrecha con él.
La
Biblia dice que Dios es siempre fiel, y su justicia queda intacta al perdonar
nuestros pecados (1Jn. 1:9), ya que somos perdonados no por quienes somos, sino
por Jesús.
4. Petición.
El Señor
Jesucristo enseñó a sus discípulos a pedir por el “pan nuestro de cada día”. Me
llama la atención la frase de cada día. No
pide por el mes, ni por la semana, sino por el pan diario.
Dios
quiere que confiamos en que él suplirá nuestras necesidades diarias. Dice el
proverbio: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario” (Prov.
30:8). En nuestras peticiones, debemos mantener una actitud de humildad y
dependencia.
No
caigamos en el error del pseudo-evangelio de la prosperidad, que predica una teología
pediche y berrinchuda. No vengamos a Dios con nuestros caprichos, sino con
nuestras peticiones.
5. Entrega.
“Y no
nos metas en tentación, mas líbranos del maligno”[iii].
Debemos buscar entregarnos a Dios diariamente. Dijo Lutero que la vida del
cristiano es una de constante arrepentimiento. Igualmente, es de constante
entrega.
Al
entregarme a Dios, le pido que me tome en sus manos y me use para su gloria. El
entregarme a Dios es reconocer que él es Dios, y yo soy su siervo.
Espero
que puedas implementar estos elementos bíblicos e indispensables en tu oración.
Mientras más apegados seamos a las Escrituras,tendremos una relación más estrecha
con Dios. En lugar de buscar experiencias místicas, vengamos a Dios de la
manera que él ha establecido: a través de la oración bíblica y sólida.
[i] El elemento de adoración lo vemos muchas veces en el libro de los Salmos.
[ii] Algunos versículos que hablan de
esto: Neh: 12:46; Rom. 14:6; Col 1:3; 1 Tes 1:2; 2 Tim 1:3.
[iii] Aunque normalmente traducido
como “del mal”, la palabra griega en Mt. 6:13 incluye un artículo, y se puede
traducir como “el maligno”.
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