No sé qué habrá pensado Martín Lutero mientras clavaba las
95 tesis en la puerta de la iglesia en Wittemberg. Seguramente nunca imaginó
que esa escena sería contada y recreada por innumerables predicadores; en obras
de teatro, y hasta en la pantalla grande con música dramática de fondo.
Martín
Lutero era un hombre con algo qué decir. Pero lo que hizo ese día no fue
enteramente fuera de lo normal, ya que la práctica de colocar artículos de
discusión en las puertas de las iglesias no fue inventada por el Reformador. Y
sin embargo, esas 95 tesis fueron el detonante de lo que se convirtió en la Reforma
Protestante.
En
mis últimos años de universidad comencé interesarme en la historia de la
Iglesia, y rápidamente me enamoré de dos épocas: la época de los padres
ante-nicenos, y la Reforma. En parte, creo que me fascinan ya que esos años
están llenos de héroes y villanos, de huidas y persecución, de grandes
pensadores y escritores, de hombres con grandes personalidades y grandes
defectos... usados poderosamente por un Dios lleno de gracia.
Hoy
damos gracias a Dios por haber usado a un hombre imperfecto como Martín Lutero
para traer a nuestro mundo uno de los más grandes avivamientos que jamás ha
experimentado la iglesia. ¡Qué emocionante ha de haber sido vivir en esa época!
(Y que peligroso, también).
Y por
la gracia de Dios, vivimos hoy. Casi 500 años después. Dios en su gracia nos ha
permitido avanzar en el estudio y la comprensión de la Palabra. Pero en el plan
soberano de nuestro Señor, esto es posible gracias a lo que comenzó a suceder
aquel 31 de octubre.
Uno
de los lemas de la Reforma era: Post tenebras lux; después de las
tinieblas, luz. Qué bondadoso es Dios, que estando en las tinieblas del pecado,
nos permite ver la luz del Evangelio de Jesucristo. Celebremos la Reforma; pero
aún más, celebremos el significado de la Reforma: que Dios ha decidido salvar a
los pecadores por medio de la Escritura solamente, por medio de la gracia
solamente, por la fe solamente, por Jesucristo solamente, para la gloria de
Dios.
Amén.
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