La palabra “vanidad” aparece 78 veces en el Antiguo Testamento; 41
veces en Eclesiastés. Esta palabra se traduce como “aire”, “aliento”, o
“dioses”, de acuerdo a su contexto. Pero en Eclesiastés se traduce como
“vanidad”; algo sin sentido (“sin sentido” en la NTV, “absurdo” en la NVI).
Eclesiastés es un libro honesto que nos muestra las reflexiones del
Predicador (1:1). Muchas de sus observaciones son tales como las que nos
hacemos no solamente los Cristianos, sino los humanos en general. Todos nos
hemos preguntado si el trabajo vale la pena, si la vida tiene sentido, por qué
los malos prosperan y los justos padecen.
Yo me lo he preguntado. Me lo pregunté cuando falleció un amigo de
cáncer antes de que pudiera terminar su carrera teológica. Me lo pregunté
cuando falleció un seminarista en África al intentar salvar a alguien de
ahogarse, y esto poco después de terminar sus estudios.
No pretendo saberlo todo; ni siquiera pretendo saber mucho. La mente
de Dios y sus propósitos son muchas veces incomprensibles.
Pero creo en la veracidad de la Palabra. Eclesiastés 8:12-13 dice:
“Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo sé
que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia, y que
no le irá bien al impío, ni le serán prolongados sus días, que son como sombras
por cuanto no teme delante de la presencia de Dios”.
Hay una aparente contradicción entre los dos versículos. La mejor
forma de interpretarlos es teniendo en cuenta la perspectiva humana y divina.
Humanamente, el impío puede prolongar sus días, pero divinamente no, ya que sus
días serán acortados por el juicio de Jehová, ya que no teme su presencia.
Así que cuando veamos algo absurdo, recordemos que hay perspectivas; y
desde la perspectiva de Dios, todo sucede de acuerdo a Su perfecto plan.
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