Escuché a un profesor de Consejería decir una vez:
“Todos sabemos meditar. El problema es que meditamos en las cosas equivocadas.”
Nos puso como ejemplo el hecho de que muchas veces, cuando nos preocupamos, le
damos muchas vueltas al asunto que nos preocupa.
¡Esta es una forma
de meditación! Si en lugar de darles vuelta a nuestros problemas en nuestra
cabeza, le diéramos vuelta a las promesas de Dios, nuestra vida sería muy
diferente.
David escribió:
“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Sal. 19:14).
Sin duda alguna a
Dios le interesa lo que decimos. Santiago nos advierte de la indomabilidad de
la lengua (Sant. 3:8). Cristo nos advierte que daremos cuenta por toda palabra
ociosa (o inútil, ver Mt. 12:36). Dios quiere que, como dijo David, nuestros
dichos sean gratos ante el Señor.
El versículo
continúa hablando de la “meditación de mi corazón”. Debemos entender que en la
cultura Hebrea, el corazón significa la parte interna del humano. El corazón y
sus intenciones son difíciles de descifrar, inclusive para el mismo dueño del
corazón (Jer. 17:9). Pero allí, en lo más íntimo de nuestro ser, Dios se quiere
agradar.
El quiere que
meditemos en cosas gratas. Es por eso que no es suficiente leer la Biblia. ¡Hay
que meditar en ella! Meditar es darle vueltas a un asunto, verlo de varios
ángulos.
Para meditar en un
versículo, uno se puede hacer preguntas como: ¿Qué dice este versículo? ¿De qué
manera aplica a mi vida? Se puede llegar a profundizar al analizar las
palabras, las conexiones entre las palabras, el contexto del versículo.
Me pregunto si
estamos meditando en la Palabra. ¿Podremos decir este versículo y que sea una
realidad en nuestras vidas?
Hoy mismo toma un
versículo, y ponte la meta de meditar en el.
Si te fue de bendición, ¡comparte con otros!
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