Esa mañana no fui a
la escuela porque llovía fuertemente en la ciudad. Normalmente mamá nos
levantaba a las seis de la mañana para ir a la escuela, pero no hoy.
Estaba en la cama
cuando una de mis hermanas—no recuerdo cual porque estaba medio dormido—entró a
mi cuarto y me dijo, “Un avión se estrelló en una torre gemela”.
No tenía idea de qué
era una torre gemela, y mucho menos por qué era relevante que un avión se
hubiera estrellado en ella. Se me hacía un poco raro, ¿un avión estrellándose en
una torre? Minutos después me levanté para encontrar a mi familia viendo la
televisión. Al ver las imágenes rápidamente me di cuenta de la seriedad del
asunto.
Cuando se cayó la
primera torre llamé a un amigo Norteamericano, y me dijo que su familia estaba
viendo la televisión. “Mi mamá está llorando”, me dijo. Pronto cayó la torre
dos, y el mundo cambió.
La semana pasada me puse a ver
videos de la tragedia, para recordar lo sucedido. Increíble como, aún diez años
después, las imágenes me siguen dando escalofríos. Escuchar el impacto, los
gritos de horror de la gente al ver el segundo avión aproximarse a la torre, la
gente tirándose de la torre y otros corriendo al verla desplomarse.
Ese día vimos la
capacidad que tiene el hombre para la maldad.
Muchos se preguntaron
en ese día, ¿dónde estaba Dios cuando sucedió el 9/11? Me gusta la respuesta
que dio el teólogo y pastor R.C. Sproul: “Dios estaba en 9/11 exactamente en el
mismo lugar que estaba el día antes y el día después. Estaba en Su trono y
continúa estando en su trono ahora porque Él es el Señor Dios omnipotente quien
reina”.[1]
Al ver la enseñanza
bíblica nos damos cuenta de la realidad de la maldad y las tragedias. Inclusive
en los tiempos de Cristo, algunos le preguntaron la razón por la cual una
horrible tragedia había sucedido (ver Lk 13:1-5). El hombre, en su completa
depravación y su rebelión en contra de su Creador, ha cometido y seguirá
cometiendo actos de terror y maldad.
La respuesta es
Cristo. El mensaje de Cristo son buenas nuevas. Que Dios nos reconcilia consigo
mismo a través de la obra redentora de Jesús en la cruz.
Después de los
eventos del nueve de Septiembre, las iglesias se llenaron y muchos hicieron
votos de devoción. Diez años después, las cosas no parecen haber mejorado
mucho, espiritualmente hablando. De nuevo, cito a Sproul: “Lo más trágico es
que cuando se nos dio una sacudida para despertarnos hace diez años en 9/11,
apretamos el botón de snooze y nos regresamos a dormir”.[2]
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