Estaba en mi cubículo cuando se me acercó una persona y me pidió un favor. «¿Puedes ir a aspirar el Estudio F?». Le dije que sí, claro que sí, pero en mi mente pensé: «¿Porqué me está pidiendo esto a mí? Para eso están los estudiantes. ¡Yo soy asistente graduado!».
Esa misma mañana había escuchado una predicación por John Piper acerca de estimar a los demás como mejores a uno mismo. Inclusive Piper se puso como ejemplo y dijo que aunque él es el pastor principal de la Iglesia Bethlehem, inclusive él debe estimar a todos los demás como mejores que él.
Qué fácil es creerse mucho. Que fácil es pensar que al igual que la Tierra en tiempos antiguos, todo gira a nuestro alrededor. Nuestros títulos nos vuelven arrogantes y presumidos, en lugar de mejores siervos de los demás. En lugar de amar al prójimo, exigimos que el prójimo nos ame a nosotros.
El Señor Jesucristo fue el máximo ejemplo de servidumbre, quien siendo el gran Maestro le lavó los pies a sus discípulos, y siendo el Dios y Creador del universo, murió de forma brutal y dolorosa por nuestros pecados.
Confesé mi pecado ante Dios y aspiré ese piso lo mejor que pude.
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